martes, 13 de marzo de 2012

El horizonte común

Lento se van configurando las relaciones. Después del primer semestre de la maestría nos empezó a dar clases Xochitl. Me movió, nos movió a varios, y - me imagino - a varias, pero después del tercer semestre quedamos solamente tres hombres. Pierluigi y Jaime, quienes fueron asesorados por Xochitl, y yo.

Creamos un espacio íntimo, un acompañamiento del trabajo de campo más o menos solitario, un acompañamiento muy valioso. Después del primer mes, la primera o segunda vez que nos vimos, llegué con el espíritu de alguien que no había dormido mucho, y que se estaba preocupando. En Santiago el Pinar, donde hice mi estudio, no me sentía seguro. De hecho no dormía mucho. Unas cinco horas la noche, siempre al pendiente - si no decidía regresar a San Cristóbal, donde podía dormir con más tranquilidad, a costa del cansancio de manejar en las curvas de los Altos de Chiapas. Pero aún así tenía siempre Santiago el Pinar en mi mente, siempre en Santiago, en Santiago, en Santiago estaba mi mente.

Había llegado para estudiar las relaciones de poder, y Santiago fue un lugar muy atinado para ese tipo de estudio. Pero no es lo mismo hablar de relaciones de poder, que vivirlas, de tocar la corrupción y la violencia. Los robos. Se me metían al cuerpo, a la espalda, al sistema respiratorio. Pude exhalar en el espacio colectivo que Xochitl había impulsado.

Discutimos, cambiamos de enfoques juntos, nos acompañamos, pero también nos desesperamos. El espacio era un refugio inseguro, inestable. Se formaba sobre una confianza en construcción, que se mezclaba con experiencias anteriores, miedos de fracasos, pero también de esperanzas.

Algo pasó cuando terminó el trabajo de campo. No sé si fue porque se integró Valentín después de haber regresado de Cuba - con una barba del tamaño de Marx, y una sonrisa literalmente de oreja a oreja. No sé si fue por la llegada de Marco, que estudiaba el CIDECI, y me hizo recordar la educación popular en Suecia. Pero más bien creo que empezó con una comida en casa de Xochitl y Axel.

El cambio espacial es importante, y la invitación a la privacidad es una apuesta atrevida. En la privacidad se rompen jerarquías.

Como fuera, en la primera sesión del segundo Seminario-Taller - que Xochitl bautizó "Creación de saberes más allá de "producir conocimientos": retos para el hacer, el pensar y el sentir" – discutimos las formas del seminario. Por primera vez. Fue una invitación a bailar. Y bailamos. En el baile entra la desestructuración, el caos, el viento. Entra con fuerza la pasión y el gozo, el sentir. Decidimos formar relaciones más horizontales, decidimos cambiar de espacio, de ese espacio lleno de significados que se llama CIESAS. Y entró la tormenta. La tormenta movió mi casa, donde nos encontramos para el siguiente taller. Fue un momento de crisis. Un momento de crisis. Empezó con mala comunicación sobre el horario. Siguió con el incumplimiento con los textos que habíamos quedado de circularnos.

Circulamos la palabra, y empezamos a construir de nuevo. El fundamento que quería proponer venía de la educación popular en Suecia, donde había hecho un curso en la escuela de Färnebo, y con la cual vine a Chiapas diez años atrás. ¿Sería posible llevar los métodos populares a los espacios académicos? Me pareció que valió la pena intentar.

Las escuelas populares surgieron del movimiento obrero de Dinamarca, imitando a las escuelas campesinas, que a su vez se inspiraron en los internados aristocráticos de Inglaterra. El gran cambio fue el cambio de sentido. La idea central de las escuelas populares, y luego de los círculos de estudio que surgieron en el mismo ambiente, era conocer la realidad para cambiarla. El horizonte era una sociedad sin clases, un horizonte que se encontraba a la vuelta de la casa. En esa sociedad sin clases, todos tendrían que tener los conocimientos necesarios para dirigir la sociedad.

Esta idea poderosa señala otra finalidad de la educación que una idea implícita dominante en los sistemas educativos, que se trata de formarse para insertarse en la producción capitalista, para servir al status quo, a la clase dominante, si quieren. O, como alternativa - pero sirviendo a los mismos intereses - para poder lucir la “buena educación”, la educación clásica, cuidadosamente vaciado de contenido político.

Fue un intento, un primer intento.

Para el tercer taller, todos entregamos textos antes de la sesión, aunque fuera tan solo media hora antes. Además, Jaime y yo habíamos acordado discutir sobre la criticidad, algo que queríamos insertar en nuestras tesis como una parte dialogada, como parte de un cuestionamiento del mito del autor solitario, el genio romántico, el fetichismo del individuo. Valentín se metió a la discusión también; de hecho todos y todas se metieron de una manera u otra.

No sé si fue porque el taller iba a ser de pintura, pero nos mandamos textos más íntimos, con una fuerza que se podía tocar en cada documento. No sé si fue por la luna llena, pero de repente me di cuenta que algo se estaba moviendo, algo poderoso. Pintamos en la sombra, en el sol, en un círculo grande, luego nos juntamos en un círculo chiquito, nos leímos nuestros textos, nos aplaudimos. No sé si fue justo en ese momento, en el momento del aplauso, pero creo que sí. Creo que fue en ese momento que nos imaginamos nuestro horizonte común.

3 comentarios:

  1. "...falta tambien bastante, pero ya hay el comienzo..." compañera Tsotsil en el Seminario de CIDECI

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  2. k´un k´un sk´an chijbat yu´un jbetike nat to sk´an
    Poco a poco que nuestro camino es largo

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  3. ¿y dónde quedó el horizonte común?

    Creo haberlo sentido, tal cual lo relatas en tu texto. Es casi como si estuvieras haciendo letras mis ideas. Pero quizá faltó enunciarlo bien y claro, o saber que detrás de cada palabra debe haber un compromiso de verdad, que parta en primera instancia de tratar de entender lo que para cada quién implica ese compromiso.

    pregunto y me pregunto:

    ¿Por qué decidimos emprender un trabajo en común, conformar una "comunidad epistémica"?

    Vemos en el proceso de construirla, en el ejercicio de estar “creando saberes en diálogo” algún tipo de importancia, o simplemente es un medio para otro fin: sacar una tesis

    Yo me rehuso a ver este espacio como un medio, sobre todo menos para algo que para mí está lejos de ser un fin.

    Una alternativa es una manera de construir algo distinto, de crear, de emprender ese camino mirando al horizonte común, en el que(por lo que creo haber entendido) importa no sólo el qué hacer, sino en gran parte el cómo se hace. Entonces este sendero se va moldeando a cada paso, en cada creación, en el latir de cada uno de nuestros corazones.

    ¿y cómo es que construimos compañeres? ¿cómo caminamos? ¿de qué manera creamos nuestros saberes y los ponemos en diálogo? ¿realmente lo hacemos?

    ¿a dónde hay que voltear para mirar el horizonte?..

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