jueves, 29 de marzo de 2012

El porqué del uso de la @ (arroba) en la tesis

Decidí escribir con arroba en el texto porque creo que brinda la posibilidad de generar una ambigüedad de género en la palabra. En su doble sentido, de “a” y de “o”, permite incluir el género femenino y el masculino sin necesidad de
repetir la palabra cambiándole el género, pero a la vez, sin subsumir un@ al otr@. Es decir, a mi entender, no es lo mismo decir “las y los campesinos” que “las y los campesin@s”. En el primer caso, aunque llamamos la atención sobre el género femenino, lo subsumimos al masculino, reificando la construcción semántica en la que el género masculino es incluyente de ambos géneros (al contrario, donde “los y las campesinas” excluye al genero masculino), y por lo tanto se invisibiliza el femenino. En el segundo caso, la ambigüedad de la arroba nos permite hacer presente ambos géneros en cada palabra, interpelando al lector(a), no naturalizando un género femenino excluyente y/o subsumido, ni un género masculino omnipotente.

Otra opción hubiera sido apelar a un género neutro, “des-generando” las palabras, por ejemplo, mediante el uso de una letra neutral como la “e” o la "x". En vez de escribir “todos”, “todas” o “tod@s”, podríamos poner “todes” o "todxs", dando cuenta de la tensión genérica en la palabra y en el sentido. Sin embargo, creo que este recurso es más apropiado para quienes intentan trascender la dicotomía masculin@-femenin@, para quienes discuten la existencia de más de dos géneros desde, por ejemplo, las llamadas teorías queer.

 En mi caso, es mi intención hacer un llamado de atención incluyente, que de cuenta de la participación femenina y masculina sin generar, desde lo escrito al menos, jerarquías y/o inequidades, interpelando mis propios juicios y categorías de género naturalizadas. Seria entonces, una doble interpelación. Al lector(a) toda vez que la arroba llamará su atención sobre la ambigüedad de género, y para mi, como autor, intentando que en el proceso de escritura vaya sedimentando una nueva forma de escribir, mas acorde con mi sentir y mi pensar.

miércoles, 28 de marzo de 2012

Quizá porque no provengo de un reino


 
 Es difícil, por lo menos para mi, pensar en la unidad con nuestros limitados cerebros. Baste recordar que se nos enseña que ellos mismos reproducen la dualidad y la división de tareas. Un hemisferio izquierdo, lógico, analítico, calculador, y uno derecho, visual, auditivo y artístico. Yo no lo creo, pero la sedimentación de esa estructura de pensamiento es difícil de superar.
Es por ello que recurro a metáforas que partiendo de una dualidad, intenten superarla. Adentro, afuera, interno, externo, son entonces, dos puntos de vista de una misma realidad. Es quizá un intento de traducir con el cerebro ideas, nociones, conceptos que se gestan más allá de él mismo. Pero el cerebro es egocéntrico, y al final, termina firmando todas las ideas como propias.
Me declaro senti-pensante, pero reconozco la asimetría. El cuerpo habla, pero el cerebro desconoce. La intuición, sabiduría profunda, emite alertas que el cerebro descarta por descabelladas o paranoicas. Aunque, quizá, no debamos hablar del cerebro, que en definitiva es un cúmulo de células, sino de la enigmática (y mucho mas problemática) mente. El cuerpo, la mente. Otra dicotomía más al menú, una con condimentos de género además.
Ahora, como me cuesta pensar en la unidad, mejor la siento. Mi mente pensante separa para entender, mi mente sintiente aspira a comprender en la unidad. No es algo que pueda explicar, y mucho menos en palabras, territorio del yo pensante, de la mente dictándole al hemisferio izquierdo y este, a su vez, delegando en los proletarios dedos que aplastan las teclas sin comprender.
¿Será? ¿O son los dedos, los que escriben lo que el cerebro decodifica para que la mente entienda? ¿Pueden, estas manos, estos dedos, pensar por si mismos y (re)escribir la historia? ¿Pueden desafiar el supuesto orden natural de las cosas y contradecir siglos y siglos de anatomía y filosofía? ¿Por qué no? pensar lo contrario seria aceptar las jerarquías como dadas, naturales e inamovibles. La subversión de las manos campesinas, de los dedos ajados y enlodados de este rincón, nos invitan a pensar diferente.
¿Entonces? ¿en que quedamos? ¿Intentamos superar las dicotomías? ¿cómo? ¿Intentar superar dicotomías, no seria una forma de reificarlas? Sin embargo, ¿negarlas nos da la unidad? Quizá ni una ni la otra. Tal vez ambas. Acaso ninguna de estas opciones, acaso todas. Esto, mas bien, me lleva a pensar en el ¿Por qué? ¿para que?. Y es ahí donde creo que hay un debate mucho más rico, complejo y desafiante. El por que y para que superar el pensamiento dicotómico. Ahí va el guante para quien quiera recogerlo.
Por mi parte, me preocupa menos el pensamiento dicotómico, que el ser dicotómico. Me explico: de alguna manera creo, pienso y siento, que si no sufriéramos de una esquizofrenia profunda no nos estaríamos planteando la dicotomía en el pensamiento. El pensamiento, es ególatra, egocéntrico, y no puede pensar más allá de si mismo. En este sentido, necesita crear dicotomías para reflejarse, para espejarse, escindirse para crear la falsedad de un todo autocontenido.
El sentimiento, por su parte, no lo necesita. El, ella, esta ahí, esperando pacientemente que el pensamiento deje de verse al espejo como un adolescente. El sentir, contiene sabiduría que el saber no entiende. Esa sabiduría radica en el ser. No se si mas profundo o mas superficial. Más bien creo que en un flujo constante, dinámico y eterno, en una unidad que la mente no ve ni siente.
No se si es material o inmaterial. No se si sea el alma esa por la que se preguntaba la Princesa Elizabeth, quien además, me cae mal* . Sólo creo que cuando el corazón me late con fuerza y la piel se me pone de gallina, es porque advierto un mundo impensable, ilógico, irracional. Quizá cuando pueda senti-pensar ese mundo habré trascendido la dicotomía. Quizá cuando pueda senti-pensar ese mundo advierta que nada hay nada que trascender.
¿Que es sino un perfecto caos de vibraciones? Tan inmaterial como el amor, tan material como un neutrino. Y vice-versa.

* El nombre de Suecia es Oficialmente Konungariket Sverige (Reino de Suecia). Quizá  porque no provengo de un reino, no me gusta la realeza. Sospecho que aún si hubiera nacido en uno, los consideraría igualmente como los parásitos anacrónicos que son. 

Sera porque no uso lentes...


No uso lentes (todavia) quizá por eso no me sienta tan cómodo con esa metáfora. No me late pensar que para cambiar nuestra mirada del mundo tenemos que echar mano de algo externo. La palabra lente me da la idea de magnificación, de lupa, de microscopio, de telescopio. Una especie de vínculo etimológico con las raíces de la ciencia que quizá haya legitimado esa analogía de los lentes teóricos. En mi español sureño se les dice anteojos. Peor aún, me da la idea de filtro, de barrera. Me imagino las anteojeras que le ponen a los caballos urbanos para que no se asusten con los autos y sigan tirando, mansa y resignadamente, de los carros.

Me gustaría pensar, más bien, que el cambio viene de adentro, y que los ojos se adaptan a eso. Podríamos jugar con transformaciones de los nervios ópticos, de los conos y bastones que componen la estructura celular del ojo, o en las plasticidad y curvatura de la retina, pero todo ello requería mas conocimiento y tiempo del que dispongo ahorita. ¿Cómo cambia nuestra mirada entonces? A mi me fascinan esas experiencias donde el ojo ve lo que el cerebro quiere ver ¿no les ha pasado? Se trata de una experiencia interesante que se hace en algunos test psicológicos. El ojo ve una mancha hasta que descubre una determinada forma, una vez que ha delineado una silueta es imposible dejar de verla. A veces incluso hay mas de una silueta y la percepción de una enmascara (temporal o definitivamente) la otra.

He sentido, en ocasiones, como esto me sucedía en “la vida real”. Por determinado análisis, coyuntura o casualidad (o causalidad) mi mirada sobre determinada situación, persona o momento cambiaba. Asi, de golpe, como un click. Eso me llevaba a realmente ver las cosas de otra manera. Situaciones que me angustiaban ya no tenían efecto sobre mi, condiciones que me generaban malestar se resolvían o dejaban de importarme, donde antes había crisis empecé a ver oportunidades, y cosas por el estilo.

Quizá no es el cerebro, quizá es algo mas profundo. Quizá, como diría Don Juan cambia nuestro punto de encaje, y todo se moviliza. Tal vez nuestro anclaje es mucho mas dinámico de lo que la palabra sugiere. A lo mejor, echar raíces no nos estatiza, sino que nos da un punto de vista necesario y complementario. Quien sabe, no ayude a ver, sentir y comprender lo que exploramos en cada ráfaga, acompañamos en el fluir del agua, transmutamos como fuego y, finalmente, germinamos como tierra, en un ciclo eterno y sin destino.

Si así fuera, disfrutemos, pues, de cada momento y cada elemento. Seamos viento, seamos agua, seamos fuego y seamos tierra. Seamos todo, seamos uno. ¿Será porque no uso lentes?

miércoles, 14 de marzo de 2012

Para ir dibujando un diálogo a dos pinceles entre disputas, reflexiones, complejidades y necesidades de criticidad

Memorial de agravios y profecías, para leer entre líneas, acaecidas en el siento y pienso de JaiMón Von Xlitler para propiciar en la persona de Movitz Potemkin, previamente ataviado con el título de Don Quijote de la Mancha, las ganas necesarias para emprender la noble empresa de llevar a cabo un diálogo cartesiano, espinoziano, kantiano, platoniano, nietzscheano, zapatista - y de uno más que otro colado que con pretensiones komanileleras se ha incluido directa o indirectamente -, sobre el quehacer de la reflexión, la criticidad y la praxis política.
Carta primera que busca también incluir a más querides y distinguides acompañantes que quisieran emprender el komon jbetike (camino en común).

CAPÍTULO 1:
Aunque parezca que no tiene nada que ver, tiene mucho que ver; o de cómo cantinfliar con sentido, para colocar y engrasar los engranes de la discusión.

La pluma es lengua del alma;
cuales fueren los conceptos que en ella se engendraron,
tales serán sus escritos.
Don Quijote de la Mancha bats´i ta melel (el verdadero)

Cuando tenía 8 años comencé a usar lentes. La maestra había mandado llamar a mis padres porque decía que cada vez que tenía que leer algo del cuaderno hundía el rostro en el texto como si pretendiera comerlo.

Fuimos pues a que me checaran los ojos…

Como toda visita al médico el ritual comenzó haciendo honor a la función de la sala en las que viejas copias de Condorito, TvyNovelas y Hola! son amas y dueñas del espacio. Espera lenta con el letargo de haber comido de prisa en un despliegue de apresuramiento por llegar tarde y ahora relajarse forzosamente al compás de las manecillas de un reloj de gato que mueve los ojos y la cola, mi madre que masca su acostumbrado chicle clorets verde y el sol que al descender entra por la ventana a dar su última caricia de tibieza antes de esconderse entre los edificios. Yo hundido en un sillón que me queda grande, viendo sin ver. Vistiendo todavía el uniforme de la escuela: playera blanca y jeans, olor a sudor seco de niño que pasó su recreo revolcándose en el pasto.

En el deambular de mi mirada entre vagos parpadeos que se intentan sincronizar con el tick tack del gato, descubro un cuadro. Tal y como apuntaba mi maestra, tuve que acercarme para poder distinguirlo bien.

De cerca, casi oliéndolo, el dibujo me habló haciendo que me hablara a mí mismo, con voz silencia y en un lenguaje ininteligible a los demás. Era como si viera reflejado en ese lienzo blanco y negro el pensamiento que con recurrencia llegaba a mí, mientras por las noches posaba en la cama en espera de que el sueño me invadiera. Pensaba que si al vencerme el sueño estaría realmente despertando en otro mundo, en otra realidad, que si yo vivía en el sueño de mis sueños, si cada dormir era realmente un despertar, si existía yo en otros planos, como cuando te ves entre dos espejos y es difícil distinguir cuál es el reflejo de cada, en ese ininterminable juego de repeticiones.


Surgieron preguntas, una vez más en silencio y articulados en un lenguaje oculto a los demás, no-naguatlahtoli (mipalabraocul. A lo mejor no tan claras como lo parecen ahora, pero que en esencia son lo mismo.

¿Es la realidad un espejismo? ¿Qué es la realidad? ¿Qué es observar-nos? ¿Qué es eso de entablar un diálogo con nosotres mismes? ¿Qué es la existencia?

Esas reflexiones se han mantenido como compañeras desde entonces. Nunca hablé con nadie del cuadro, ni pregunté de quien era ni nada. No me importó. Mientras tanto nos seguíamos encontrando de vez en cuando en las visitas que hacía al oculista, en una complicidad cuasi clandestina entre él y yo.

Pasó el tiempo, transcurrieron consultas. Tras tres cambios de lentes había llegado la secundaria. Clase de física. Como tarea tenía que exponer en equipo El gato de Schrödinger:

Algunos videos que explican la paradoja:

Mi compañera y vecina Ania nos salvó diciendo que su papá tenía información al respecto en un libro de física. Fuimos a comer a su casa luego de la escuela y nos enseñó su libro. Tenía en la portada esta imagen:


Ahí decía el nombre. Supe que el autor era el mismo de mi cuadro amigo, Maurits Cornelis Escher, y que sí que compartíamos preocupaciones. En el libro pude conocer también otras imágenes de él que han sido compañeras también desde entonces, con buena parte de su obra.

Lo expuesto además en la paradoja de Schrödinger y las pláticas desde entonces he tenido con mi amigo Elfego, que ya desde esos años mozos tenía en su ch´ulel lo mecánicacuantiquero, propiciaron a que esa preocupación, esa necesidad de reflexión constante al respecto del mega viaje de la existencia, sobre el pensamiento y el observar, sobre construir interpretaciones y formularlas en lenguaje, de interactuar e inteligir el mundo, sea una de las principales bases de quien soy.

Lo que implica el ver, el no ver, el depender de lentes y las consecuencias de todas las anteriores; Reflexiones de un mediocampista.

Desde chiquito me gustó el futbol. Tuve dos principales circunstancias que determinaron fuertemente la manera en que lo practicaba:

La primera es el hecho de que mí papá me recomendaba muy efusivamente que no cabeceara el balón sino quería quedarme turulato por tanta pérdida de neuronas, cosa que me preocupaba bastante y resultó en que no aprendí a cabecear para nada.

La segunda es el hecho de necesitar lentes. Lo mío era astigmatismo con un poco de miopia, osea que no veía ni cerca ni lejos. Lo de ver realmente no me importaba, sentía que lo hacía bien, me acostumbré a andar por el mundo sin lentes. El problema era cuando leía o fijaba mucho la vista, ahí si no usaba lentes era invadido por un dolor de cabeza de ese que te tumba. Entonces bueno, para leer y ver la tele los lentes no faltaban, pero pa cualquier actividad, sobre todo si era un deporte, se quedaban posando sobre la mesa.

Así pues fue con el futbol. Me acostumbré a jugar sin lentes.

Me fue bien, la armábamos chido, en la escuela y con los cuates. Se volvió parte importante de mi vida. Incluso una vez ganamos el torneo del pavo de mi escuela, una contienda entre equipos mixtos de los 3 grados de secundaria, trabajadores de la escuela y maestros, que se hacía a fin de año y en el que el ganador llevaba un pavo a su casa pa navidad.

El futbol se convirtió entonces en una base muy importante para mi socialización. Como yo no veía bien, mi rango de acción era muy cercana y me acostumbre mucho a jugar viendo hacia abajo, un error según algunos de los entrenadores. Al no alzar tanto la mirada y tener un rango de acción muy concentrado, el portero nunca significo un enemigo directo, por lo que cuando me hallaba frente a él, en ese duelo decisivo, yo continuamente la cagaba. Eso me hizo acostumbrarme a jugar en el medio campo, posición en la que es necesaria la preocupación por el proceso del juego, por el fluir del equipo, a su comunicación. Creo que aquello influyó mucho mi forma de sentirme en grupo, mis preocupaciones hacia los demás. Eso me dio una necesidad constante de dialogo, de colaboración.


CAPÍTULO 2:
Y pa qué tanto choro, por qué no es mareador

¿Estarás siempre del otro lado del cristal?
¿estarás siempre del otro lado de allá de mi acá
y yo siempre estaré del lado de acá de tu allá?
Don Durito de la Lacandona




Aprovecho pues que nos convoca el arte, el juego de representaciones y los viajes personales pa invitar al diálogo, a un desafío en común que busca nutrirse de perspectivas para entender más profundamente, para comprender de manera más compleja. Después del megaviaje, el megadiálogo.

Junto con Martín hemos pensado en entrar en conjunto en la discusión de conceptos y proponer posturas con las que les damos significación. Entrarle también a cuatro manos para intentar apoyarnos en buscar hacer un trabajo más crítico, comenzando por tratar de revisar lo que entendemos por criticidad, un ejercicio que considero que plantea el desdoblarnos y ver qué tanto de qué tenemos dentro, qué tanto nos influencia cada cual cosa que nos habita y qué sentido le damos.

Para mí entraría como parte de mi tesis en el

- CAPÍTULO 4 - ENTRE DISPUTAS, COMPLEJIDADES Y NECESIDADES DE CRITICIDAD; LOS RETOS DEL LEKIL KUXLEJAL EN UNA DISPUTA POR LA SIGNIFICACIÓN Y EL ACTUAR

Creo que es muy importante hacer la reflexión y si lo podemos hacer en diálogo creo que podría ser mucho más rico. A veces tengo la piedrita en el zapato de pensar que mi trabajo no es del todo altamente crítico, porque creo que por postura hay cosas a las que he decido entrarle y otras pasarlas por alto. Pero de todas maneras considero que sí busca abonar a una reflexión crítica o una conciencia crítica como dicen (o por lo menos eso creo).

Van entonces algunas ideas sueltas que me han ido surgiendo y que creo que podrían abonar al diálogo:

• Cómo hacer la criticidad no indolente, no arrogante sino comprometida, transformadora, respetuosa, posicionada.

• Qué entendemos por criticidad y cómo la intentamos aplicar. Desde dónde buscamos esa ruptura que implica entrar en crisis con algo y tratar de transformarlo.

• ¿Nos dicen algo las palabras suspicacia y perspicacia?

• Es necesario preguntarnos por qué hacemos lo que hacemos, quiénes somos y de dónde venimos

• Desde dónde va nuestra mirada, hacia dónde va, con quiénes, cómo.

• En qué manera estas preguntas determinan lo que pensamos por criticidad

Considero también que es importante ahondar en la importancia de reflexión sobre la praxis y el discurso, eso que hablábamos el otro día, la necesidad de criticidad en los movimientos sociales.

Yo al respecto diría lo siguiente: Considero que el ser críticamente implica el tratar de tener un teorema de anclaje, un hacia donde nos impulsemos y poner el ancla que nos va a jalar hacia adelante, es decir, una utopía, un horizonte, algo que nos diga estos son los lineamientos. Y entonces el ejercicio de criticidad es la reflexión, el ejercicio de intentar ser congruente con ello, de tener esas rupturas necesarias para llevar a la práctica lo que uno piensa, el ser en un pensamiento, un corazón y una voz; que haya unidad entre lo que pensamos, sentimos y hacemos.

Pero como decíamos, no toda congruencia implica criticidad ¿toda criticidad implica congruencia?…

Entonces regresamos a la pregunta: ¿qué es la crítica, qué implica y cómo se ejercita?

Creo que ahí lo dejo, con otro dibujo sugerente:


… Ti jbetike nat to sk´an kermanotak

martes, 13 de marzo de 2012

El primer griego

Hubo algo en el entorno, el aire que respiraban mis padres - emigrantes que llegaron al pequeño pueblo de Västervik a finales de los años 70. Nací en la diáspora, junto con otros inmigrantes. Västervik fue el destino de muchos griegos que llegaron a trabajar un rato, para regresar como reyes al pueblo natal. Como Emanuel, un amigo de mi padre. Regresaron juntos a su pueblo. Emanuel tenía una cara redonda, amable, con una sonrisa grande, y una barba que no se dejaba vencer por solamente una rasurada al día. Entre los pelos que salían de su camisa en su pecho fuerte, tenía una cadena gruesa de oro, que brillaba con más fuerza al regresar al pueblo. Fueron recibidos como hijos perdidos, como si no hubieran comido más que pan duro durante los últimos años, y como si no existiera el vino fuera de Grecia. El amor se traducía en grasa en sus cuerpos. Tuvieron que comer para aguantar en el norte, en el país extraño y oscuro.

Emanuel aprendió sueco leyendo la biblia, comparándola con la biblia en griego, y así logró ingresar a la escuela de medicina en Estocolmo, con lo que accedió a un mundo de dinero, al igual que mi padre; mi padre emigró de un apartamento de la periferia, hijo de inmigrantes, trabajadores, para llegar a las casas bonitas, los códigos extraños de conducta, los muebles exquisitos, los colores suaves, la buena educación - donde se sentía en casa mi madre.

La primera vez que nos fuimos a Grecia iba a cumplir cuatro años. Estuvimos tres semanas, visitamos a Emanuel, comíamos helado, jugábamos con los niños. Cuando regresamos a Suecia, ya hablaba griego. Ya sabía que era griego. Pero mis padres se sorprendieron.

Intentaron formar un sueco. Me metieron al equipo local de futbol, con los niños suecos. Cuando pude, me cambié a un equipo de inmigrantes. Hablaba con un acento que mis papás no sabían de dónde venía. Era una mezcla de griego, turco, tigriña, árabe y sueco. Escuchaba rap de los suburbios, y me enamoré de una musulmana.

Mis papás se sorprendieron, porque no tenían conocimiento de que tuvieran familiares que no fueran suecos, por lo menos desde que empezó el registro civil en el siglo XVII.

Parece que fui el primero.

El horizonte común

Lento se van configurando las relaciones. Después del primer semestre de la maestría nos empezó a dar clases Xochitl. Me movió, nos movió a varios, y - me imagino - a varias, pero después del tercer semestre quedamos solamente tres hombres. Pierluigi y Jaime, quienes fueron asesorados por Xochitl, y yo.

Creamos un espacio íntimo, un acompañamiento del trabajo de campo más o menos solitario, un acompañamiento muy valioso. Después del primer mes, la primera o segunda vez que nos vimos, llegué con el espíritu de alguien que no había dormido mucho, y que se estaba preocupando. En Santiago el Pinar, donde hice mi estudio, no me sentía seguro. De hecho no dormía mucho. Unas cinco horas la noche, siempre al pendiente - si no decidía regresar a San Cristóbal, donde podía dormir con más tranquilidad, a costa del cansancio de manejar en las curvas de los Altos de Chiapas. Pero aún así tenía siempre Santiago el Pinar en mi mente, siempre en Santiago, en Santiago, en Santiago estaba mi mente.

Había llegado para estudiar las relaciones de poder, y Santiago fue un lugar muy atinado para ese tipo de estudio. Pero no es lo mismo hablar de relaciones de poder, que vivirlas, de tocar la corrupción y la violencia. Los robos. Se me metían al cuerpo, a la espalda, al sistema respiratorio. Pude exhalar en el espacio colectivo que Xochitl había impulsado.

Discutimos, cambiamos de enfoques juntos, nos acompañamos, pero también nos desesperamos. El espacio era un refugio inseguro, inestable. Se formaba sobre una confianza en construcción, que se mezclaba con experiencias anteriores, miedos de fracasos, pero también de esperanzas.

Algo pasó cuando terminó el trabajo de campo. No sé si fue porque se integró Valentín después de haber regresado de Cuba - con una barba del tamaño de Marx, y una sonrisa literalmente de oreja a oreja. No sé si fue por la llegada de Marco, que estudiaba el CIDECI, y me hizo recordar la educación popular en Suecia. Pero más bien creo que empezó con una comida en casa de Xochitl y Axel.

El cambio espacial es importante, y la invitación a la privacidad es una apuesta atrevida. En la privacidad se rompen jerarquías.

Como fuera, en la primera sesión del segundo Seminario-Taller - que Xochitl bautizó "Creación de saberes más allá de "producir conocimientos": retos para el hacer, el pensar y el sentir" – discutimos las formas del seminario. Por primera vez. Fue una invitación a bailar. Y bailamos. En el baile entra la desestructuración, el caos, el viento. Entra con fuerza la pasión y el gozo, el sentir. Decidimos formar relaciones más horizontales, decidimos cambiar de espacio, de ese espacio lleno de significados que se llama CIESAS. Y entró la tormenta. La tormenta movió mi casa, donde nos encontramos para el siguiente taller. Fue un momento de crisis. Un momento de crisis. Empezó con mala comunicación sobre el horario. Siguió con el incumplimiento con los textos que habíamos quedado de circularnos.

Circulamos la palabra, y empezamos a construir de nuevo. El fundamento que quería proponer venía de la educación popular en Suecia, donde había hecho un curso en la escuela de Färnebo, y con la cual vine a Chiapas diez años atrás. ¿Sería posible llevar los métodos populares a los espacios académicos? Me pareció que valió la pena intentar.

Las escuelas populares surgieron del movimiento obrero de Dinamarca, imitando a las escuelas campesinas, que a su vez se inspiraron en los internados aristocráticos de Inglaterra. El gran cambio fue el cambio de sentido. La idea central de las escuelas populares, y luego de los círculos de estudio que surgieron en el mismo ambiente, era conocer la realidad para cambiarla. El horizonte era una sociedad sin clases, un horizonte que se encontraba a la vuelta de la casa. En esa sociedad sin clases, todos tendrían que tener los conocimientos necesarios para dirigir la sociedad.

Esta idea poderosa señala otra finalidad de la educación que una idea implícita dominante en los sistemas educativos, que se trata de formarse para insertarse en la producción capitalista, para servir al status quo, a la clase dominante, si quieren. O, como alternativa - pero sirviendo a los mismos intereses - para poder lucir la “buena educación”, la educación clásica, cuidadosamente vaciado de contenido político.

Fue un intento, un primer intento.

Para el tercer taller, todos entregamos textos antes de la sesión, aunque fuera tan solo media hora antes. Además, Jaime y yo habíamos acordado discutir sobre la criticidad, algo que queríamos insertar en nuestras tesis como una parte dialogada, como parte de un cuestionamiento del mito del autor solitario, el genio romántico, el fetichismo del individuo. Valentín se metió a la discusión también; de hecho todos y todas se metieron de una manera u otra.

No sé si fue porque el taller iba a ser de pintura, pero nos mandamos textos más íntimos, con una fuerza que se podía tocar en cada documento. No sé si fue por la luna llena, pero de repente me di cuenta que algo se estaba moviendo, algo poderoso. Pintamos en la sombra, en el sol, en un círculo grande, luego nos juntamos en un círculo chiquito, nos leímos nuestros textos, nos aplaudimos. No sé si fue justo en ese momento, en el momento del aplauso, pero creo que sí. Creo que fue en ese momento que nos imaginamos nuestro horizonte común.

Unas Palabras de Bienvenida

Yolotlahtoli, la palabra del corazón
Sólo para desear un buen camino en este inicio del espacio virtual de construcción colectiva. 

Una oración Lakota

Wakan Tanka, Gran Misterio,
enséñame a confiar
en mi corazón,
en mi mente,
en mi intuición,
en mi sabiduría interna,
en los sentidos de mi cuerpo,
en las bendiciones de mi espíritu.

Enséñame a confiar en estas cosas,
para que pueda entrar en mi Espacio Sagrado
y amar más allá de mi miedo,
y así Caminar en la Belleza
con el paso de cada glorioso Sol.